lunes, 20 de agosto de 2018

¿DÓNDE ESTÁ DIOS? ¿Por qué permite que sufran los niños?

¿DÓNDE ESTÁ DIOS? ¿Por qué permite que sufran los niños? ¿Por qué las catástrofes con tantas muertes y desgracias?
¿Por qué no haces algo para que eso no suceda, le dicen a Dios?
Y Dios respondió: En verdad que he hecho algo. “Te he hecho a ti”…


El Dios de los cristianos es el Dios que vemos en la Cruz (Jesucristo) y por lo tanto un Dios chocante, pequeño, débil. La cruz del Señor lejos dar respuesta a nuestras preguntas ahonda en las mismas y suscita más preguntas. De modo que los creyentes tenemos las preguntas de todo el mundo y alguna más.
La cruz no es un signo de victoria, es un signo del fracaso total. Un Dios crucificado es lo más anti-divino. No todas las religiones son iguales. No es lo mismo la religión budista, la religión musulmana que la religión cristiana. No existe religión que se atreva a confesar -como así lo hace la cristiana- que su Dios ha fracasado. No hay religión -a no ser la cristiana- que se atreva a confesar que el Dios Todopoderoso no pueda nada frente a mi libertad. No hay ninguna religión -excepto la cristiana- que haga plausible un Dios impotente.  Dios puede solo lo que puede el amor y deja de poder allí donde no puede el amor.
El amor cristiano sin sacrificio no se entiende. “Nadie tiene más amor que aquél que entrega su vida por los demás”. El amor tiene raíz de sacrificio. Nuestro Dios es el que carga con mi dolor, y el que se ve impotente por no poder con la carga del otro. Dios está en la cama de al lado cuidando mi enfermedad. Dios sufre. Hablar del sufrimiento de Dios va contra todas las religiones. El Dios que confesamos los cristianos es un Dios sufriente ante el cual volvemos la cara; no tiene apariencia de Dios; repugnante dice el profeta Isaías. Nuestro Dios: un Nazareno colgado en la cruz, ante el cual se vuelve el rostro.  Es lo más anti cultural que puede existir. 

Un gran Maestro manifestó que le gustaría un traje para su cumpleaños. Los discípulos tomaron el recado y compraron la mejor tela. Contrataron al mejor sastre, que tomó las medidas al Maestro y se fijó una fecha para su término, prometiendo que con la ayuda de Dios, el traje estaría hecho en dos semanas. El Maestro esperaba ansioso el traje. Y después de ese tiempo un discípulo fue a interesarse por el traje. El sastre dijo: “Ha sucedido un contratiempo y no he podido terminar; con la ayuda de Dios, en dos días estará”. Pasaron los dos días pero el traje no estaba terminado y el sastre después de disculparse, dijo: “volved mañana y si Dios quiere, seguro que estará”.

Al día siguiente el Maestro dijo al discípulo: “Pregúntale al sastre si ya está el traje, dejando a Dios fuera del asunto”.

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