En cierta ocasión una persona proclamó que había obtenido el doctorado en Teología. Y alguien respondió: “¿Doctor en Teología? ¿Qué enfermedad es ésa?
Si la Teología no implica una búsqueda de la verdad, sino un intento de mantener un sistema de creencias, no nos sirve.
¿Por qué la Iglesia debe volver al Evangelio? Porque a pesar de las limitaciones, si quiere ser la Iglesia de Jesucristo, tiene que beber constantemente del Evangelio. Y en esa vuelta tiene que buscar siempre la verdad; amor a la verdad más que a la letra, lecciones, premisas teológicas.
¿Puedes comunicar a Dios, con su gracia? Si la respuesta es “NO”, entonces, ¿de qué sirve toda la formación recibida, toda la preparación adquirida? Se podrá ser un brillante teólogo, un ameno pedagogo, pero de lo que la sociedad está hambrienta, no es de brillantes exposiciones, sino de Dios.
Hay que comunicar fe, amor, dones que no se pueden transmitir con meras palabras, porque la fe, el amor, va más allá de las palabras y del conocimiento. Esos dones llegan a quienes son capaces de retirarse en silencio y soledad. Jesús vivía momentos de silencio y oración. El desierto, en la soledad, en el silencio, se forja y se forma el profeta. Ahí recibe el mensaje para posteriormente en la plaza actuar y transmitir ese mensaje. El encuentro con Dios antes de ser agradable, tiene que pasar por un tiempo de búsqueda dura y oscura, porque si queremos encontrarnos con Dios tenemos que aceptar su voz que nos pide -a veces- hacer algo que no nos agrada. Ahora bien, Dios nos dará la fuerza y su amor para seguirle. Hay que ofrecer a los demás, no recetas acerca de Dios, sino a Dios mismo.
¿Y cómo vamos a ofrecer a otros a Dios o a Jesucristo, si nosotros no lo hemos encontrado? La sociedad está cansada de palabras, discursos, escritos (libros), de sugerencias. Y lo que la sociedad quiere es experimentar a Dios. ¿Dónde está ese Dios del que hablas, al que rezas? ¿Cómo lo puedo encontrar? ¿Cuál es la prueba de la existencia de Dios? Si podemos ofrecer la experiencia de la unión con Dios y la paz y felicidad que esa experiencia proporciona, entonces muchas personas querrán acercarse a Dios. Lo que hoy pide la sociedad es: “no queremos pastores sabios, eruditos, grandes pedagogos y educadores, ni científicos. Queremos que se hable menos y que experimentemos esa creencia en Dios, esa unión con Dios. La sociedad quiere personas (pastores) que expresen su experiencia religiosa que lleve a Dios; que muestren el camino (por ellos ya recorrido) que lleva a Dios”.

En definitiva, la sociedad está pidiendo dejar a un lado las teologías eruditas, los ritos y palabras. Teología que no logra expresar adecuadamente la experiencia del contacto con Dios. Y eso es lo que interesa a la sociedad del siglo XXI. Consejo: silencio y oración. Desear a Dios. Desear con la misma intensidad con la que respiramos.
“Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón están inquieto hasta que descanse en Ti”. Sin Dios, somos como peces fuera del agua. Hay que pedir el deseo de Dios. Lo que causa desconcierto no es la diversidad, sino nuestro dogmatismo. La persona espiritual conoce la incertidumbre, que es algo desconocido para el dogmático, fanático o fundamentalista.
“… Por aquel tiempo, Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido…” (Mt.11,25-26)