domingo, 4 de noviembre de 2018

¿Por qué el Mal puede ser tan resistente, tan exitoso, tan duradero?


¿Por qué el Mal puede ser tan resistente, tan exitoso, tan duradero? 
¿Por qué Stalin murió sin demasiados dolores ya anciano? 
¿Por qué Mao Tse Tung murió de parecida manera? 
La respuesta la encontramos en la Biblia. Sinceramente, está allí. A veces, los hombres encuentran justicia (para bien o para mal) en su camino sobre la tierra. En otras ocasiones, la retribución es ultraterrena. Es tan sencillo como eso.

Todos tendrán (tendremos) su juicio. Un juicio sin fiscales ni abogados. Dios ya lo sabe todo. Nadie hay más bueno que Dios. Para todos habrá una sentencia.
Pero Abrahám le contestó: “Hijo, acuérdate que en vida tú recibiste tu parte de bienes, y Lázaro su parte de males. Ahora él recibe consuelo aquí, y tú sufres”.

Parábola del rico y Lázaro

“Había una vez un hombre rico, que vestía ropas espléndidas y todos los días celebraba brillantes fiestas. Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual, lleno de llagas, se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este mendigo deseaba llenar su estómago de lo que caía de la mesa del rico; y los perros se acercaban a lamerle las llagas. Un día murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron junto a Abrahám, al paraíso. Y el rico también murió, y lo enterraron.


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 “El rico, padeciendo en el lugar al que van los muertos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahám, y a Lázaro con él.  Entonces gritó: ‘¡Padre Abrahám, ten compasión de mí! Envía a Lázaro, a que moje la punta de su dedo en agua y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo mucho entre estas llamas.’  Pero Abrahám le contestó: ‘Hijo, recuerda que a ti te fue muy bien en la vida y que a Lázaro le fue muy mal. Ahora él recibe consuelo aquí, y tú en cambio estás sufriendo. Pero además hay un gran abismo abierto entre nosotros y vosotros; de modo que los que quieren pasar de aquí ahí, no pueden, ni los de ahí tampoco pueden pasar aquí.’ 
 “El rico dijo: ‘Te suplico entonces, padre Abrahám, que envíes a Lázaro a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos. Que les hable, para que no vengan también ellos a este lugar de tormento.’ Abrahám respondió: ‘Ellos ya tienen lo que escribieron Moisés y los profetas: ¡que les hagan caso!’  El rico contestó: ‘No se lo harán, padre Abrahám. En cambio, sí que se convertirán si se les aparece alguno de los que ya han muerto.’  Pero Abrahám le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite.’ ”

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