martes, 17 de julio de 2018

¿Existe el infierno?



¿Existe el infierno?

Si se acude a encuestas (estudios sociológicos) pocos aceptan la posibilidad de un castigo y menos de un castigo terrible que lleve al el infierno.
Hay personas que no creen en un ser supremo, y entonces después de la muerte, hayas hecho lo que hayas hecho, no hay la nada.

Otras personas creen en la existencia del demonio y del infierno.
En relación con el demonio,  el conocido exorcista de Roma Gabriele Amorth, fallecido en 2016, dice que el demonio actúa fundamentalmente de cuatro modos: a) por la posesión diabólica, la más grave, cuando se apodera de una persona; b) las vejaciones, cuando el demonio, aun sin poseer a las personas, se dedica a molestarlas,; c) la obsesión diabólica, cuando se adueña de la mente con pensamientos obsesivos, que pueden llegar a imposibilitar una vida normal, d) la infestación diabólica, que no afecta directamente a las personas, sino a casas, objetos o animales, como sucedió en el evangelio en el episodio de los cerdos y el endemoniado de Gerasa (Lc 8, 30-34).
Para combatir al demonio están los exorcismos, que es una oración pública reservada a los sacerdotes autorizados por su obispo, y las oraciones de liberación o sanación, que las puede hacer cualquiera, sacerdote o laico, y no tienen fórmulas fijas. El ejemplo de Jesús nos muestra que si nosotros no queremos, el demonio no puede vencernos

Hoy muchos no creen ni en la existencia del diablo ni del infierno, especialmente en la de éste, porque afirman que son incompatibles la bondad y misericordia de Dios con la eternidad del infierno, y por ello piensan que, si existe, está vacío
Si nos aporta la teología, hoy, que no se puede hablar del infierno como castigo por parte de Dios y, mucho menos aún, como venganza. 
El infierno es, ante todo y sobre todo, lo que Dios no quiere, lo que desde la libertad humana frustra sus planes de salvación para todos y cada uno de los seres humanos. Nunca, pues, debe ser interpretado como una acción positiva de Dios, como un "castigo" y menos aún -so pena de incurrir en blasfemia- como una "venganza".
El afirmar la idea de castigo y venganza hizo despertar  el aspecto crítico de la Ilustración que encontró en ese pensamiento uno de los más graves motivos de escándalo y rechazo de la fe, con enormes consecuencias culturales. Si se da por válida esa concepción, resulta inaceptable un castigo eterno para ofensas limitadas de una criatura débil.

La realidad es que desde la intuición de un Dios que crea por amor, que es "Padre" cuya labor consiste en amar (1 Jn 4,8.16). 
“… El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor…Así hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor, y el que vive en el amor vive en Dios y Dios en él…
¿Cómo podría ser de otro modo, si crea únicamente por nosotros y para nosotros: para comunicarnos su amor y su salvación, buscando tan sólo nuestra realización y nuestra felicidad?

¿Pero existe el infierno?
Decía Urs von Balthasar quesi el infierno existe, está por estrenar.
El cristiano no puede pretender salvarse a sí mismo si con él no se salva la humanidad entera. 
Si uno buscase la salvación individual, estaría dejando a sus hermanos abandonados a una suerte infernal. El mundo es la casa del cristiano en la que debe comprometerse para que en una comunión de santos y pecadores se camine hacia la plenitud de alcanzar el Cielo.
Esté o no por estrenar, lo cierto es que Jesús en Mt.25,34b.35.41-42.46) nos dice:
 ‘Venid vosotros, los que mi Padre ha bendecido: recibid el reino que se os ha preparado desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber… “Luego dirá el Rey a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos: id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber,  fui forastero y no me recibisteis…, Estos irán al castigo eterno, y los justos, a la vida eterna…
El Catecismo de la Iglesia en el nº 1035 dice: “La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad.
la Iglesia no ha definido nunca, como dogma de fe, la existencia del infierno. Lo que la Iglesia ha enseñado es que, si alguien muere en pecado mortal, ése se condena. Pero lo que la Iglesia nunca ha definido es que alguien haya muerto en pecado mortal. Ni la Iglesia puede definir semejante cosa. Porque todo lo que trasciende este mundo (por ejemplo, a partir de la muerte), eso ya no está al alcance de todo lo que es inmanente, incluida la misma Iglesia.
Algunos pasajes parecen no cuadrar con esto, pues hablan de casti­go, de gehenna o de tinieblas... deben ser leídos desde la clave central de la experiencia bíblica: todo lo que Dios hace o manifiesta va exclusivamente dirigido a la salvación.
Si Dios está a favor nuestro, ¿quién podrá estar en contra? Aquel que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo es posible que con él no nos regale todo? ¿Quién será el fiscal de los elegidos de Dios? Dios, el que perdona. Y ¿a quién tocará condenarlos? A Cristo Jesús, el que murió, o mejor dicho, el que resucitó, el mismo que está a la derecha de Dios, el mismo que intercede en favor nuestro (Rom 8, 31-34).






El ser humano y la libertad
Desde el lado humano, desde la libertad hay que pensar que el ser humano puede optar por el mal y por el mal absoluto y, por tanto, el ser humano podría optar por su propia destrucción, que es o sería el infierno.  
Dios aparece queriendo sólo el bien y la felicidad de los seres humanos; al mismo tiempo, estos son respetados en su dignidad de sujetos responsables, que escogen y deciden su destino: el infierno aparece así como obra de la propia libertad.
Dios no es el autor del infierno. Si una persona opta consciente y voluntariamente por una vida sin Dios. Dios respeta esa decisión y, como Él es la Vida, lo que resulta de nuestro rechazo a Dios es la muerte eterna.
¿Pu­ede­ una li­ber­tad f­i­n­ita llegar a disponer totalmente de si misma?¿Puede, hacer­se tan totalmen­te mala, que no quede en ella nada bueno? 
Hoy, cuando la psico­logía nos ha mostrado profundidades inconscientes que esconden nuestra liber­tad.
Se habla hoy de la imposibilidad de una total transparencia de la libertad finita en sus actuaciones concretas: "el sujeto nunca tiene una seguridad absoluta en relación con el carácter subjetivo y, en consecuencia, con la cualidad moral de tales acciones particu­lares”, dice Rahner.

No resulta, entonces, imposible intuir la figura de que el no de la libertad humana a la salvación de Dios, sea real sin ser total, sea rechazo terrible y destructivo sin llegar a la anulación, sea condenación real y verdadera -por la inmensa pérdida que, en todo caso, supone- sin aniquilar el resto de bondad que existe siempre en toda persona.
Toni de Melo decía que las ovejas y los cabritos del juicio final no se refieren a dos clases de personas, sino a dos realidades dentro de cada persona. Se salvará, pues, lo bueno que hay en cada uno y se perderá, anulándose, lo malo.

"La misma persona se salva en parte y se condena en parte". "Cada pecador escuchará ambas palabras: ‘apártate de mí al fuego eterno', y : ‘venid, benditos de mi Padre’” (Urs von Balthasar).

Se explica así, a la vez, que el amor salga siempre vencedor. Lo que hay de vida divina en el hombre es indestructible. Y ni la muerte, ni el pecado pueden destruir ese amor. Esa es la base de la certeza de la resurrección.
Es evidente que no existe nadie que alguna vez no haya hecho el bien a alguien. Ni el más perverso de los humanos ha estado sin ningún tipo de amor, ni el peor de los criminales dejó de hacer en muchas ocasiones el bien a algún prójimo, en definitiva, a Dios. 

Dios que agradece y recuerda, hará todo lo posible, para mantener viva por siempre cualquier mota de bondad que en algún momento haya germinado en la más apartada de sus creaturas.
Salvará lo posible, rescatará, aunque sea "como a través del fuego", todo cuanto le permita la libertad humana, en ese juego misterioso que sólo Él resolverá -en la infinita gratuidad del amor- entre la comprensión infinita por su fragilidad y el respeto exquisito por su autonomía, dice Pikaza.

Cuando lo que está en juego es el Amor fundante, la realidad última, la felicidad definitiva, nuestras medidas resultan literalmente incapaces de calibrar la transcendencia inmensa de lo perdido, de lo ya para siempre frustrado. Eso no anulará la realidad de la salvación, pues ya aquí la misteriosa lógica del amor permite intuir la paradoja de la felicidad de sentir­se perdonado a pesar de todo, de gozarse en la dicha que ya no puede ser la propia, pero que otros -los que se aman sin rivalidad posible en la luz de la verdad definitiva- disfrutan y que por eso de algún modo es también nuestra.

La seguridad está únicamente en lo fundamental, en lo que verdaderamente importa: que Dios es amor y que sólo quiere y busca por todos los medios nuestra salvación; que lo hace en el respeto, exquisito y absoluto, a nuestra libertad, la cual, sí, puede resistirse a su salvación; que sólo de esa resistencia procede la no-salvación o "infierno"; que, sea éste lo que sea y consista en lo que consista, tiene siempre algo de terrible e irreparable para nosotros, pero que no es nunca un castigo de Dios.

Hay que dejar patente el amor incondicional de Dios y la frágil pero irrenunciable dignidad de la libertad humana.
Dios es bueno y solamente bueno. Y Dios nos quiere y quiere la vida para todos sus hijos. Nuestro Dios es un Dios de la vida, (Lc 20,38)
En Lc 15,7 se nos dice: Os digo que hay también más alegría en el cielo por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse…”
”Dios quiere que toda la humanidad se salve. (1Tim 2,3). Todos vivimos y morimos en la misericordia de Dios. Podemos confiar y esperar que en ese tránsito, que es la muerte, todos lo realizamos en la misericordia de Dios.

Los papas y su reflexión sobre el infierno
San Juan Pablo II modificó en 1999 el concepto tradicional de lo que el mundo católico entendía por ‘Infierno’. Así, para Juan Pablo II «el cielo no es un lugar físico entre las nubes», mientras que «el infierno tampoco es un lugar», sino una situación que viven las personas que se apartan de Dios.
Benedicto XVI aseguró que el infierno existe y no está vacío. «El infierno, del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno», dijo en abril de 2007, aunque coincidió que este tipo de cuestiones son más situaciones del alma que lugares físicos asimilables para el cuerpo humano.
El Papa Francisco, qué dice sobre el infierno?
El ex director y fundador del periódico italiano de izquierda, Eugenio Scalfari, 93 años, aseguró, en 2018, que durante un saludo privado por la Pascua, el Papa le había dicho que el “infierno no existe” y que las almas malas “no son castigadas”, simplemente desaparecen. El Vaticano en un comunicado el 29 de marzo informó que el autor en el artículo ha realizado una reconstrucción, “en el que no se citan las palabras textuales pronunciadas por el Papa.
La condena eterna para el papa Francisco no es una sala de tortura y es más que eso, según dijo en la homilía pronunciada el 25 de noviembre de 2016. 
La condena eterna es elegir alejarse de Dios. “La condena eterna es este alejamiento continuo de Dios”. La lejanía para siempre del “Dios que da la felicidad”, del “Dios que nos quiere mucho”, este es el fuego, afirmó Francisco en esa homilía. 
El 9 de marzo de 2015, respondiendo a una pregunta de una joven,“si Dios perdona a todos, ¿por qué existe el infierno?”, el Papa respondió que el infierno es querer alejarse de Dios porque no se desea su amor. “Al infierno no te envían. Vas tú, porque eliges de estar allí. El Infierno es alejarse de Dios porque yo no quiero el amor de Dios. Este es el infierno. El diablo está en el infierno porque él lo ha querido: nunca tuvo una relación con Dios”.  
Va al infierno solamente el que dice a Dios : “No te necesito, me las arreglo solo, como hizo el diablo que es el único del que estamos seguros que está en el infierno”

El infierno "es" la no-salvación

Decir que el infierno es la no-salvación, parece poco; pero, en realidad, constituye lo que podemos saber con mayor exactitud y más segura firmeza. El infierno es negatividad de todo lo bueno que se encierra en Dios.

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