lunes, 15 de octubre de 2018

¿Para qué perdonar?


Nunca se ha afirmado que miembros de la Iglesia Católica, incluídos los de la Jerarquía (obispos, cardenales), estén libres de errores. Todo lo contrario. Y se pide perdón. Todos los días se pide perdón (basta con rezar el Padrenuestro).
Pero con qué poca frecuencia se habla de una Institución que a lo largo de la historia ha proporcionado al mundo héroes, santos, gente que ha dado lo mejor de sí mismo por los demás y sin pedir nada a cambio. Han sido regímenes ateos, como el marxista o el nazi, los responsables de las peores tragedias del siglo XX y de la historia.

La religión es ante todo, compasión y consuelo. Mitiga la angustia humana ante los grandes enigmas de nuestra existencia –de dónde venimos y a dónde vamos–. El Papa ha perdido perdón una vez más por el papel de la Iglesia en los escándalos de los abusos sexuales. Y con el Papa Francisco pedimos perdón por los abusos, abusos de poder y de conciencia, abusos sexuales por parte de miembros cualificados de la Iglesia. De manera especial pedimos perdón por todos los abusos cometidos en diversos tipos de instituciones dirigidas por religiosos y religiosas y otros miembros de la Iglesia. Y pedimos perdón por los casos de explotación laboral a que fueron sometidos tantos menores. Pedimos perdón por las veces que, como Iglesia, no hemos brindado a los sobrevivientes de cualquier tipo de abuso compasión, búsqueda de justicia y verdad, con acciones concretas. Pedimos perdón. Pedimos perdón por algunos miembros de la jerarquía que no se hicieron cargo de estas situaciones dolorosas y guardaron silencio. Pedimos perdón. Que Dios mantenga y acreciente este estado de vergüenza y compulsión y nos de la fuerza para comprometernos y trabajar para que nunca más suceda y para que se haga justicia. Amén”.

Pedimos perdón e invitamos a todos a perdonar. A descubrir que la palabra, "perdón", funciona como un dardo en los oídos de cualquier persona. El mundo está lleno de personas que piden perdón por las ofensas que han cometido, y personas que perdonan esas mismas ofensas.
La palabra "perdón" es un catalizador de lo más íntimo del corazón, remueve lo más profundo. Es como un escáner del alma, que traspasa todo. Si no perdonamos, el alma está herida, triste. No hay paz, curación hasta que no se pide perdón o se perdona. El paso del tiempo no basta para perdonar, ni para ser perdonado. Primero hay que perder, hay que rendirse. Sin humillarse, nadie vence en esta guerra, pues es una lucha contra el ego, que siempre quiere salirse con la suya.
Como un beso, que no se calcula; como un abrazo, que no se mide, el perdón se concede del mismo modo: sin negociación. Se perdona porque se ama. Se pide perdón porque se ama. Cristo nos enseña a perdonar y a pedir perdón, sin metodología alguna. La vida es muy corta para odiar a alguien. Hay que perdonar.


¿Para qué perdonar?
Los seres humanos no podemos vivir sin perdonarnos. Necesitamos perdonar y ser perdonados. Nadie es tan santo que no tenga que pedir perdón, ni tan ofendido que no pueda ofrecerlo. Cuando perdonamos nuestro corazón se engrandece y cuando somos perdonados nuestra vida se llena de felicidad. El que perdona halla por fin la paz.

Las personas cambian, se arrepienten, se transforman. Perdonar a alguien es otorgar la confianza que el otro necesita para superarse, para empezar a ser la otra persona que querría ser. El perdón permite que las buenas intenciones de los demás salgan a la luz. El perdón es algo que se puede poner en práctica inmediatamente. Miremos a la persona con el corazón, no con nuestras ideas preconcebidas. Observar a la gente en busca de signos de paz, amabilidad y amor. Si tratas a una persona como si ya fuera lo que tiene capacidad de ser, la haces lo que debería ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu parecer